¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

martes, 21 de diciembre de 2010

El nuevo rico. Manual del turista educado. 6ª entrega y última



Muy importante es esta última sección de nuestro manual, donde podemos enumerar los rasgos más definitorios de esta nueva raza en nuestro planeta. El nuevo rico.
Antes de seguir, quiero explicar que no hace falta ser asquerosamente rico para pertenecer a esta saga sino comportarse dentro de las maneras que les son propias.

- El nuevo rico es aquella persona que nunca pregunta ni se preocupa por las tarifas del hotel a la hora de hacer su reserva. Él sabe que tiene dinero para pagar cualquiera y, por tanto, le resbala el que pueda acogerse a algún "packages" u oferta del hotel para las fechas en las que hace efectiva la reserva.

- El nuevo rico es aquel que mira por encima del hombro al personal del hotel porque sabe que con la propina que va a soltar al final, todos quedarán contentos aunque no les mire a los ojos.

- El nuevo rico no facilita jamás las cosas al personal del hotel. No cambia el tarjetón que pende del pomo de la puerta para que entren o dejen de entrar a realizar el servicio, habla en alto por los pasillos del hotel a horas intempestivas mientras se dirige a su suite, tira las toallas al suelo del baño sin utilizarlas, sólo por el placer miserable de que se las repongan; consume a todas horas sin tener necesidad de hacerlo, suele montar broncas en las recepciones de los hoteles por cualquier tontería. Y si viaja con niños, no le preocupa que se comporten como trogloditas.

- El nuevo rico no suele cumplir con las recomendaciones de vestimenta que imparte el hotel. Él tiene dinero y, por tanto, es lo único que le da seguridad para actuar como le da la gana en cada momento.

- Aunque es muy sencillo descubrir a uno, existe una regla que no falla. Fíjense en sus modales en la mesa. Son de chimpancé. Empuñan los cubiertos, agachan la cabeza hasta el plato, comen con gorras o sombreros, se llevan la comida a la boca con el cuchillo; piden, piden, piden y dejan, dejan, dejan.

- Existen ciertos hoteles que les atraen más que otros. Por ejemplo, si viajan a Milán se alojarán antes en el Bulgari que en el Baglioni o en el Gran Hotel; si viajan a Londres se alojarán antes en el Sanderson que en el Ritz; si viajan a Amsterdam, irán antes al Dylan que al Intercontinental. No sé porqué pero es así.

- Cuidado con los rusos que atiborran los hoteles de nuestro país. No tengo nada contra ellos, es más, aportan riqueza a nuestra economía y al sector turístico. Pero la gran mayoría son nuevos ricos.

- Como ven, la diferencia entre un nuevo rico y un maleducado es mínima. Sólo el dinero. De hecho, si han leído mis otros capítulos del "Manual del Turista Educado", suele pasar que el nuevo rico, se lo monta con su pareja en cualquier zona común del hotel, si es mujer le encanta pasear sus "domingas" al aire, suele ser un mirón de piscinas empedernido, come en las terrazas del hotel desprovisto de camiseta , o lo que es peor, provisto de camiseta de tirantes, no guarda ningún tipo de pudor en los vestuarios del Spa y, casi siempre, lleva bañador "tipo nadador". Lo tiene todo el "jodío".

Pido perdón a mis lectores por no haber seguido el régimen de entradas que me es asiduo. He estado de viaje y le he dedicado menos tiempo. A partir del 10 de enero reanudaremos nuestra marcha, Dios mediante.
Aprovecho para felicitaros a todos la Navidad y desearos un feliz año 2011.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El Concierge de hotel



Después del servicio de camareras de habitaciones, afirmo sin dudar que el "Concierge" es el área más relevante de un gran hotel.
En primer lugar, quiero aclarar que no todos los hoteles tienen conserjería. Este es un mínimo requisito que se exige para conceder una quinta estrella. Por tanto, en el universo inconmensurable de los cuatro luceros será difícil que nos podamos encontrar con este servicio totalmente separado de la recepción del hotel. Otra cosa es que el mismo que nos hace el "check-in" nos pida un taxi o nos reserve unas entradas para la ópera. Bueno, para ser exactos, el taxi no lo suele pedir el personal del "Concierge" sino el portero del establecimiento.

1.- ¿Qué es y para qué sirve el "Concierge"?
Es un servicio que oferta el hotel a sus huéspedes para asesorarles y facilitarles la gestión de determinadas tareas. Reservas en restaurantes, obtención de entradas para acontecimientos culturales o deportivos, reservas de transporte, organización de excursiones, citas personales en joyerías de prestigio, pases privados en galerías de arte y cualquier tema relacionado. Pero lo más importante de un "Concierge" es la posibilidad de conseguir aquellas cosas más difíciles y que sin su ayuda el viajero estaría desvalido. Por ejemplo, recuperar un teléfono o un libro olvidado en el aeropuerto, conseguir una mesa en un restaurante que tiene el cartel de completo, reservar un aerotaxi casi de manera inmediata. En fin, resolver cualquier circunstancia casi imposible.
Existe una asociación internacional "Unión Internacional de Conserjes de Hoteles, Les Clefs d´Or", que reúne a los mejores Concierges de hoteles del mundo con unos criterios de calidad y servicio sobresalientes. Si en la solapa de la chaqueta de su conserje ve uno o dos pines como este, está usted ante uno de ellos.


                                     


2.- Situación del "Concierge"
Suele estar situado en el "hall" de entrada del hotel, cerca del mostrador de recepción. Se identifica precisamente con la palabra que lo denomina. Y muy importante, su personal SIEMPRE, debe estar de pie. Conozco muy buenos hoteles donde el "Concierge" lo sitúan en una mesa de despacho con dos sillas de confidente para los clientes, como si de un despacho de abogados se tratara. Esa imagen no es buena y confiere cierto apoltronamiento a la persona que lo gestiona.

3.- Cómo es el perfecto "Concierge"
Aparte de resolver las peticiones más imposibles, el buen conserje es aquel que actúa de una manera muy dinámica, siempre tiene una sonrisa en la boca, habla varios idiomas -incluido el español aunque sea alemán-,  es muy servicial sin llegar a ser servil y, sobre todo, sabe priorizar una atención al público de una llamada telefónica. Es de muy mala praxis descolgar un teléfono cuando estás hablando con un huésped de tú a tú. De la misma manera, rechina a la buena educación el estar hablando por teléfono mientras tienes a varios huéspedes esperando a ser atendidos. Sí, el teléfono es el principal riesgo del buen conserje. Debe alcanzar la virtud en este aspecto siempre teniendo en cuenta que lo más importante son sus clientes del hotel.

4.- Procedimiento del "Concierge"
Aunque la tenga de elefante, me refiero a la memoria, el conserje nunca actuará sólo con ella. Siempre apuntará lo que se le solicita y, también, siempre, entregará un tarjetón al cliente con el resumen de lo gestionado. Ejemplo. Si yo solicito una reserva a las 20:30 horas en el restaurante "Noma" y, en ese momento el conserje no puede comunicarse con el restaurante debido a que no está abierto al público, nunca le dirá a su cliente que se pase más tarde. Lo apuntará, realizará la gestión a la hora adecuada y entregará una nota a su cliente donde aparezca "Reserva Noma Día 29 Hora 20:30. OK.", o algo similar. De esta forma, el huésped no tiene que estar pendiente de todas sus reservas durante su estancia.

5.- Cómo tratar al "Concierge"
No son ni botones ni mayordomos, son personal de la Conserjería. Por tanto, no hay que molestarlos para que nos lleven o deshagan una maleta o nos hagan el "check-in". Siempre los trataremos de usted y seremos especialmente educados en nuestras peticiones. Si fuera posible y nos viésemos en la necesidad de reservar en varios restaurantes, mejor entregarles un papel con nombres, fechas y horas para que ellos puedan proceder con mayor facilidad. Aceptan propinas aunque no es necesario entregarla en cada servicio. Mejor antes de nuestra partida.

Por último quisiera comentar que es muy importante hacer un buen uso de la conserjería de un hotel. Un buen "Concierge" con experiencia, tiene una serie de contactos en la ciudad que ya los quisiera un buen banquero. Serán ellos los únicos que tengan la posibilidad de conseguirte una mesa en el "Nobu" de Londres si la solicitas el mismo día. Serán ellos quien te pongan en contacto con un piloto privado de aviones si es que debes viajar en una hora a Helsinki. Aunque si lo solicitamos con tiempo, mejor.
Por tanto, si frecuentas a menudo un hotel, hazte amigo de su personal de conserjería. Incluso, si ya te conocen, no habría problema en que reservaras habitación a través suya, ya que siempre incidirá más en tus peticiones cuando hable con el personal de reservas. Y no olvides la propina.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El quejica. Manual del turista educado. 5ª entrega

El turista quejica, suele tener una edad avanzada (más o menos a partir de 55 años), viaja siempre en compañía de una señora, generalmente obesa y con rizos en el cabello fijados con laca barata. Él, casi siempre es calvo, con barba descuidada, no muy alto, con incipiente panza cervecera y -siempre- usa gafas de sol. Lectores, si alguno de ustedes coincide en un hotel con un huésped de estas características sepan, casi con toda seguridad, que se han topado con un quejica.

Este tipo de persona se caracteriza, ante todo, por estar continuamente protestando por cualquier incidencia que ocurre en un hotel, por indiferente que parezca. Siempre que pasa por delante del mostrador de recepción, como si un gran imán le atrajera, no puede evitar acercarse a quejarse por alguna circunstancia acaecida. Que si el agua de la ducha sale muy fría o muy caliente, que si los vecinos de la habitación de al lado han estado toda la noche "tracatraca-tracatraca", que si un niño no paraba de llorar, que el zumo de naranja del desayuno no era natural, que el agua de la piscina está muy fría, que en el tratamiento de masaje del Spa le han dejado mal la espalda, que la mesa donde suelen desayunar estaba ocupada por un congreso de "hindúes", que han tenido que esperar al taxi más de dos minutos, que el aire acondicionado de recepción está muy alto, que el colchón es incómodo y además no es de látex, que el restaurante tiene poca luz, y así hasta el infinito de absurdas quejas infundadas, basadas tan sólo en manías descerebradas de gruñón talludito.

Al menos, podemos afirmar que, al margen del personal del hotel, el resto de los huéspedes no tenemos que sufrir semejante personalidad. No, craso error. El quejica tiene por norma elevar sus quejas al primero que se le ponga por delante. Por tanto, intente esquivarle en la hamaca de la piscina o en el "brunch" o en la cena o en donde sea. Apártese inmediatamente de él y no le de pie a que comience con su retahíla de "nauseas existenciales". Evítele. Es un autentico cenizo. Y como dice Carlos Andreu en su libro "Del ataud a la cometa" (muy aconsejable), si quiere ser feliz, evite a toda costa al cenizo.
Otras veces, sucede que sí, que  le molesta directamente pues usted está esperando detrás, en el mostrador de recepción, mientras él a voz en grito, protesta porque su botella de champán no estaba lo suficientemente fría. En ese caso no puede hacer otra cosa que esperar pacientemente pero no le mire a la cara, no vaya a ser que crea que le interesa su "vómito social" y cuando acabe con el de recepción la emprenda con usted.

Por último si usted, lector, es el quejica del que hablo, aparte de mostrarle mi respeto, no pretendo desanimarle pero esta enfermedad es casi incurable y absolutamente crónica. No cabe pues otra cosa que aceptarlo, consultar el libro de Carlos Andreu por si queda alguna posibilidad y, por el bien de todos, viajar lo menos posible, hasta -con ayuda y esfuerzo- paliar la enfermedad. Con lo bien que se está en casa, caballero.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La puerta giratoria. Problemas y soluciones



Si existe un elemento que confiere clase y buen gusto a un hotel, ese es -sin dudarlo- la puerta giratoria de su entrada.
Hay muchas y de muy diverso tipo, pero todas acaban presidiendo el lugar más emblemático del hotel. Su entrada.

Sucede que no todo el mundo sabe cómo actuar y enfrentarse en el momento en que se topa con una. De hecho, debería ser el examen al que cualquier huésped tendría que someterse para proceder a registrarse como tal (si supera la prueba), o continuar girando otros 180 grados y salir por donde ha entrado (si su infinita palurdez no le permite cruzarla como se debe).

Una puerta giratoria debe ser cruzada, en primer lugar, con decisión. Es decir, si soy un patán que no me atrevo a cruzarla con la valentía suficiente, porque creo que me voy a estampar con algún canto del cristal, mejor pedirle al botones que me abra alguna de sus puertas (tradicionales) laterales y ya está. No crearemos una cola infinita a la entrada, todos esperando a que nos decidamos a pasar, causando el ridículo más inmenso.

Otro de los grandes retos lo tenemos en el número de personas que pueden pasar, a la vez, en cada viaje de la puerta. Independientemente del volumen físico que puede albergar, les puedo afirmar que he visto barbaridades impúdicas ante ese tema. Los insufribles impacientes son capaces de pasar en manadas, apretadas como sardinas en lata, abrazados cual amantes, manteniendo la respiración y dando pasitos muy cortitos -como mentecatos- y muy rápidos, para llegar al otro lado de la puerta. Si te sucede alguna vez y en ese corto viaje te topas con algún o algunos impacientes; y notas en tus partes pudendas algún toque, no creas que existe ninguna insinuación chabacana. Es, tan sólo, un maleducado impaciente que, no se ha podido esperar dos segundos más al siguiente viaje de la puerta para entrar -o salir-. ¡Cuidado! Son tan impertinentes que pueden llegar, incluso, a empujarte.

Existen puertas giratorias manuales o mecánicas. Las primeras confieren ese halo de nostalgia y clase maravilloso pero, a su vez, requiere una mayor atención para cruzarlas. Puede ser que a mitad de tu viaje entre por detrás un bestia, arreando tal empujón a la puerta que te haga dar tres vueltas seguidas como si de un dibujo animado se tratara. Las mecánicas, en cambio, confieren mayor seguridad y ritmo pero dan una sensación de más frialdad y menos acogimiento.


Puerta giratoria de, posiblemente, uno de los mejores hoteles del mundo, el George V de París













Por último, como defensor que soy de este tipo de puerta, no he encontrado un sistema que resguarde o preserve tanto de las condiciones climatológicas. Guardan el calor del establecimiento sin dejar que pase el frío y preservan el aire acondicionado sin que el calor de fuera lo agote. 

Es el poder de la circunferencia no apto para mostrencos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Hotel Wellington. Madrid



Todo lo que reflejo en esta crítica del hotel Wellington de Madrid, quiero que se entienda desde el lado positivo y constructivo. Lejos de mí cualquier otra cosa.

Web
No podemos ponerla como ejemplo a seguir pero, sin duda, es muy ordenada,  con buenas fotografías y muy explicativa. Pertenece, el Hotel Wellington, a Summit Hotels, una filial de Preferred Hotels of the World. Es como su segunda marca en todos los aspectos. Para proceder a la reserva, podemos utilizar la web propia del hotel, a través de "sinsixs.com" -no está mal-. Otra posibilidad es utilizando la página de "Preferred Hotels of the World", a ser posible, habiendo cumplimentado la membresía en dicha central internacional de reservas.
En este caso particular, opté por reservar directamente por teléfono ya que el motivo de mi estancia era una boda de un gran amigo mío, cuya celebración se realizaba en uno de los salones del hotel. La tarifa especial para amigos de los novios era de 150 euros con desayuno incluido. Reservé dos habitaciones dobles clásicas.


Fachada del hotel



Llegada al hotel y primeras impresiones
Viajé a Madrid en mi vehículo. Entré directamente al parking del hotel debido a que el Wellington queda en esquina y no es fácil dejar parado el mismo en plena calle de Velázquez. Una vez dentro del parking, el portero llamó a un mozo para que procedieran a retirar todo el equipaje. Viajábamos mi mujer (a la que mis lectores asiduos conocerán como "mi acompañante"), mi hijo de dos años y la niñera de mi hijo. También viajaba con nosotros, Macario, un amigo del alma, invitado como yo a la boda.
La fachada del hotel estaba de obras y el acceso al "hall" del hotel desde el parking también. No me lo hicieron saber en el momento de la reserva. Tuvimos todos que subir por la empinada rampa de acceso al parking y entrar por la puerta principal al hotel.
La primera impresión del Wellington, una vez solucionados los inconvenientes automovilísticos, es que nos encontramos ante una "vieja gloria" que conserva el lujo y el glamur de antaño. Mármol, techos altos, lámparas de araña, mobiliario antiguo.


Entrada principal.

























Check-in
La recepción, justo a la derecha de la entrada, es un mostrador no muy largo atendido, en este caso, por tres personas. Procedo a entregar mi documento de identidad junto con la tarjeta de membresía y una visa, a la petición de que tengo dos habitaciones reservadas. Precisamente en el momento de la reserva, había dejado muy claro que solicitaba una habitación doble con cama de matrimonio y otra individual con una cuna para mi hijo y su niñera. La niñera, obviamente duerme en cama.
Con cierta grosería, el recepcionista me preguntó si quería cama de matrimonio. Lo hizo con un tono tan elevado que se oyó en Paracuellos del Jarama. Yo, guardando la compostura, le recordé que en el momento de la reserva ya había dejado todo el tema claro y que, por tanto, una era de matrimonio y otra me daba igual pero que con una cuna para el niño. "Una está preparada y la otra no, ¿Qué van a hacer?, me dijo. Pues bailar un chotis, caballero. ¿Cómo que qué voy a hacer? Después de una espera de diez minutos, me comentan que todo está listo. El equipaje, tardó como una media hora en subir.


Lobby del hotel



Lobby del hotel



Lobby del hotel



El ascensor y la habitación
El hotel Wellington sólo tiene un ascensor. Un ascensor y 255 habitaciones. Una vez se me hizo de noche esperándolo en la planta cero para subir a mi habitación. Dejando este tema a un lado, la habitación era amplia, muy amplia para ser una doble clásica. La cama muy bien hecha y muy cómoda. El armario de madera noble un tanto pequeño y no muy bien compartimentado. Un escritorio amplio con silla, un sillón de descanso con una mesita redonda. Moqueta atrapa-ácaros pero todo muy limpio. Buena iluminación artificial y normal iluminación natural con una ventana mediana que daba a un patio interior, lógico al ser una habitación clásica.
El cuarto de baño estaba limpio pero con unas deficiencias impropias de un hotel como este. La bañera tenía la incómoda cortinilla, pero lo peor era que no tenía ducha de mano sino sólo la alcachofa en el techo. No soporto ducharme si no es con la ducha de mano. Tampoco he estado nunca en un hotel que no tuviera, al menos las dos posibilidades. El inodoro, como de plástico, y el bidé estaban aparte -se agradece- y el lavabo era amplio pero con una grifería de baño de colegio. Las "toiletries" eran infumables, baratas y de poca categoría. Eso sí, bien nutridas. El gel y champú eran de hostal y la pastilla de jabón de manos era de esas que se deshacen a cachos y si llevas un anillo en el dedo, se te mete por dentro. Provisto de albornoz y zapatillas para enanitos, faltaban colgadores para después de su uso. Como nota decepcionante, el baño tenía una abertura de un faso techo donde se entreveían cables de la instalación.


Habitación clásica





Baño


Instalaciones del hotel
Cuando salía sin el niño, utilizaba las escaleras ya que la llegada del ascensor a mi planta se estimaba en dos o tres horas. Me encontraba en la tercera planta. El "Caroli Health Club", no lo pude probar debido a la peculiaridad de mi estancia pero pasé a visitarlo. Muy bien cuidado en lo que a cabinas de tratamiento se refiere, ofrece programas y estudios basados en el método "Caroli", una combinación de salud y ejercicio con consulta médica personalizada antes de ningún tratamiento que ya han suscrito hoteles como el Westin Valencia, el AC Santo Mauro, Cala di Volpe o Town House Galleria


Entrada a Caroli Health Club

Del restaurante Goizeko, poco puedo decir. No he estado personalmente disfrutando del mismo pero siempre he oído hablar muy bien de él. Del Kabuki, ya lo conocía de otras visitas a la capital española y me parece una de las mejores ofertas de gastronomía oriental de Madrid. Siempre teniendo en cuenta que no soy muy amigo de tan lejanas ofertas culinarias.
Sí que pude disfrutar de su "Buffet Breakfast", bien nutrido de productos, si bien el salmón (por llamarlo de alguna manera) necesita mejorar. El salmón y el servicio puesto que sólo pasaron por nuestra mesa una vez para recoger los platos, vasos y cubiertos utilizados.


Check-out
En mi vida he tenido una salida de hotel tan grosera. El recepcionista me presenta dos facturas, una por habitación, y casi me caigo al suelo. Sumaban un total de cuatrocientos y pico euros. Como cargos adicionales imaginarios se encontraba el desayuno (iba incluido en el precio de la habitación), no sé cuantas botellas de minibar de la habitación de mi hijo y la niñera y una película del circuito interno en mi habitación.
Todo ello, el señor recepcionista, me lo explicaba en voz muy alta, seguramente para que todo el Wellington se enterara de cuáles son mis preferencias alcohólicas y cinematográficas. Llegué a pensar mal de la niñera de mi hijo; puesto que me había dicho que era abstemia. Mientras intentaba solucionar el altercado, me percaté que el mini bar era de esos inteligentes. Es decir, si muevo un botellín o lo que sea, automáticamente queda reflejado en el ordenador y el cargo se produce al instante. Siempre he detestado estos sistemas que tratan a los huéspedes de los hoteles como si fuéramos forajidos. La niñera movió unas botellas para colocar la leche del niño y unos potitos. Y yo, desconfiado de mí, llegué a pensar mal.

Una vez, solucionado el tema, no escuché la palabra perdón por ninguna parte -y eso que el señor de recepción hablaba con un tono tenorístico. "Ahora está todo bien", fue lo que me dijo. Realizado el pago, tuvimos, de nuevo, que salir del hotel, bajar por la empinada rampa de acceso al parking, esperar diez minutos a que nos trajeran el equipaje y volver a nuestro lugar de origen con la seguridad de que el Wellington, habiendo sido todo un emblema junto al Palace y al Ritz, se ha quedado un tanto descolgado; un tanto largo. Quien tuvo, retuvo, no se aplica a la hostelería de lujo.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Viajar con niños. Manual del turista educado. 4ª entrega



Capítulos anteriores:



Viajar con niños es un arte, exactamente igual que la pintura, la escultura o la escritura. Por tanto, no todo el mundo tiene vocación a ello. Yo, por ejemplo, no he nacido con tan ansiado don y sólo me ha quedado la posibilidad de ir ejercitándome en tan ardua virtud hasta conseguir cierto grado de experiencia; escaso pero valioso.

Parto de una idea para viajar con niños. No creo conveniente que se familiaricen en exceso con el "glamour" y el lujo desde edades muy tempranas puesto que -es mi opinión- puede influirles negativamente en su educación y aprendizaje. Para todo hay tiempo en esta vida.
No obstante, esta idea que expongo, va acompañada de otro axioma igual de importante. Los hoteles de "camionadas" o los tugurios de mochileros son perjudiciales para su salud (también para la de sus padres). Por ello, es muy conveniente estudiar antes de elegir el hotel en el que pasaremos unos días en familia.

Como creo que la mejor manera de exponer ideas es ejemplificando, ahí van algunos.

- Sólo un nuevo rico, un jugador de fútbol o una cursi acomplejada como las del programa ese de "Mujeres Ricas" lleva a sus hijos pequeños a pasar unas vacaciones a hoteles de gran lujo como el Ritz Paris o Londres, George V, Plaza Athenee, Villa Feltrinelli, Caruso... y los que son como estos. Tan solo lo comprendería en el caso de que el niño fuera menos movido que el muñeco de nenuco. De no ser así, sucede en el 99% de los casos, hay que estar tan encima del niño para que no rompa el jarrón dinastía Ming de la sala "lounge", que no permite que los padres descansen ni un segundo. Y afirmo lo dicho por mucho "Kids Club" que posean estos hoteles.

- Hay que buscar hoteles con espacios diáfanos donde los niños puedan esparcirse. Un niño, aunque no sepa andar, es capaz de correr más rápido que yo. Si tiene espacio estará distraído y no hará que nos "saqueen" la tarjeta de crédito a la salida por los objetos que ha roto.
 
- Es conveniente si nuestros hijos son excesivamente "inquietos", pedir antes de nuestra llegada que retiren objetos de decoración de valor que puedan existir en la habitación.

- A ser posible, es conveniente elegir hoteles en climas cálidos, tipo Resort con actividades diarias para ellos, piscinas y juegos.

- Aunque sólo viajamos con un bebé, salvo que duerma como los ángeles, mejor pedir una habitación más amplia, con dos estancias, para separarlo de la cama del dormitorio principal. Si el nivel adquisitivo lo permite, mejor dos habitaciones contiguas. La mayoría de hoteles poseen tarifas especiales para familias con niños, dejando la segunda habitación a mitad de precio.

- Los niños gritan, sí, son una raza especial y maravillosa pero con ese gran fallo. Ante ello tenemos la opción grosera de protestar y llamarles la atención; o la opción educada que es comprenderles y, si el nivel de decibelios consigue que lleguen a sangrar los oídos, tomar medidas como comentarlo en recepción pero con muy buenas maneras. Pegar o insultar al padre no tiene ningún sentido.

- Los niños salpican mucho en las piscinas, es otra característica consustancial a su ser. Para ello, hay que recordar a los padres que existen piscinas para niños. Si ya son un poco más talluditos, es responsabilidad de los progenitores el que sepan comportarse como se debe. Si son los padres los que salpican, el asunto se agrava y no tiene fácil solución.

- Pecaría de injusto si no diera nombres de hoteles para viajar con niños. Conozco varios.
* Gran Hotel Bahía del Duque Resort, Costa Adeje, Tenerife. España
* Fairplay Golf Hotel and Spa, Benalup, Cádiz. España
* Villa Padierna. Marbella. Málaga. España. Un buen hotel incluso antes de que lo visitara la familia Obama.
* Asia Gardens Hotel and Thai Spa. Benidorm. Alicante. No es mi preferido pero no está mal para viajar en familia.
* La Manga Club, Príncipe Felipe. Cartagena, Murcia. España. Muy recomendable para pasar unos días en familia.
* Reid´s Palace, Funchal, Madeira. Portugal

Como se puede observar, hablo de hoteles de lujo pero perfectamente adaptados para que los más pequeños puedan distraerse y hacer deporte, compartiendo su estancia con otros niños. A su vez, los padres pueden acabarla algo más descansados de como la empezaron.

jueves, 28 de octubre de 2010

Cómo conseguir ser VIP en un hotel de lujo siendo español



Ya he comentado en otras ocasiones que el español, por naturaleza, tiene la desgracia de ser no muy bien mirado en el resto de Europa. Si esta premisa la elevamos al terreno de la hostelería de lujo, crece en su justa proporción. Al español lo miran con recelo, como si no supieran por donde va a tirar. Ello requiere, como buen español, una serie de argucias y tácticas para conseguir no solamente que no pase, sino que suceda lo contrario, es decir, paso a relatar una serie de tácticas cuyo objetivo es lograr que nos traten en estos hoteles con absoluta exquisitez.

Va por delante que esto no debería suceder siguiendo un uso correcto de las buenas maneras y la buena educación. Pero tenemos los pies en la tierra y, por desgracia, de hecho, sucede. El trato y servicio a los españoles en hoteles de lujo europeos -a nivel general- debe mejorar. Por tanto, a diferencia de otras entradas de mi blog donde hablo de buenos usos y costumbres relacionados con la hostelería, lo que viene a continuación no podemos englobarlo dentro de ellas sino en las artimañas pícaras pero legítimas del que desea recibir el mismo trato que los demás.

1. El idioma inglés. Es lo principal. Si el primer contacto del huésped en recepción de un hotel de cualquier país de Europa -que no sea España, obviamente- no se realiza en este idioma (o en el oriundo del hotel), tenemos un problema. Agravante. No muchos españoles hablan inglés. Vamos a intentar si no solucionarlo, mitigarlo.
Si usted viaja solo (qué triste -si no es por trabajo-), sólo le cabe una solución. Aprenda inglés fluido.
Si tiene suerte de viajar acompañado, por ejemplo, por su mujer, que ella aprenda inglés. Esta segunda opción (bromas y machismos aparte), suele ser la más aconsejada en el caso de que no sepamos inglés. Si habla el idoma deje que su acompañante realice el trámite de recepción y usted siga atento la conversación como si entendiera absolutamente todo lo que se habla. Asienta de vez en cuando con la cabeza para reforzar su mensaje. Si le hacen directamente una pregunta a usted, dígale previamente a su acompañante que le interrumpa para que pueda contestar él o ella. Usted quedará como un calzonazos y seguramente, el personal del hotel se dará cuenta de su analfabetismo pero qué le vamos a hacer. Por último, aprenda frases hechas como "tengo una reserva" o "¿Podrían subir a recoger las maletas para la salida?" o "¿Podrían reservarme una mesa en este restaurante?". Eso sí, dígalas siempre en presencia de su acompañante. Una "contrapregunta" en este caso puede ser fatídica.

2. Las Tres Tarjetas. Es una táctica muy efectiva para realizar con eficacia el "check-in". Superado el inconveniente del idioma, lo primero que una persona debe hacer al acercarse a recepción de cualquier hotel para hacer la entrada es tener a mano tres tarjetas. A saber. El documento nacional de identidad, la tarjeta de crédito para la garantía y la tarjeta de membresía de la cadena o central de reservas del hotel. Y hay que darlas antes de que nos las pidan. Si vamos acompañados, también entregaremos una más, el documento nacional de identidad de nuestro acompañante. Háganme caso, el momento del "check-in" es el más importante. Si nos ven sueltos tendremos más posibilidades de un "upgrade".

3. La Propina. No soy partidario de estar impartiendo propinas durante todo el tiempo que dure mi estancia en el hotel. Lo aconsejable es dar una al principio al botones o mayordomo y otra al final. Si estamos muy agradecidos por la gestión que nos han ofrecido los miembros del "concierge", antes de nuestra partida, podemos gratificarles con una. Aunque está en completo desuso, si su habitación se la encuentra absolutamente resplandeciente, no está mal dar propina a la camarera de la habitación.  Por favor, no sea nuevo rico y no vaya dando propinas a diestro y siniestro como si le sobrara el dinero.

4. El "Concierge". Aparte de entregarle, si lo ve conveniente, la propina al final, no lo utilice como si fuera su mayordomo personal. Al principio, entréguele un papel con los restaurantes y días y horas de reserva que desea. Es un detalle de mucha clase.

5. La Indumentaria. Sea respetuoso con los usos y formalidades respecto a la indumentaria que aconseja el hotel. Si hay que cenar con corbata, póngasela aunque haga calor. Si no quiere, ¿Por qué ha elegido ese hotel?
6. La Naturalidad. No circule por las zonas comunes del hotel con cara de asustado. Me explico. Nunca piense que usted no tiene suficiente "clase" como para estar en dicho hotel, no tenga temor reverencial al resto de los huéspedes o al "staff" del hotel pensando que usted no pertenece a ese nicho de personas. Usted no es menos ni más que nadie. Compórtese con educación, sonriendo y que le resbale lo que piensen los demás. Aunque crea que digo tontería, eso se nota a la legua y puede usted pasar por palurdo sin serlo.

7. Use los diferentes espacios del hotel. Vamos a ver, si usted se aloja en el Four Seasons Firenze, por ejemplo, y no desayuna en el hotel, no consume nada del bar, no come en ningún restaurante del hotel, no se da ningún tratamiento en el Spa... ¿Para qué va a un hotel como ese? Sin llegar a ser un fusilador de visas, disfrute de su tiempo en las diferentes estancias del hotel.

8.- En cualquier hotel de Europa trabaja, al menos, un español. Esto está empíricamente demostrado. Por tanto, con soltura y cortesía, intente enterarse y logre hablar con él. Ello, lógicamente, en el caso de que usted no domine el idioma inglés. Conseguirá seguramente un mejor trato por todo el personal del hotel.


Espero que estos consejos o argucias les sirvan, aunque no sea español, para que su estancia en un hotel de lujo le sea más agradable y reciba un mejor trato por el personal del hotel. Le agradecería que si las pone en práctica y consigue lo que quiere, me lo haga saber en un comentario para comprobar que no son sólo tonterías lo que escribe este humilde servidor.

jueves, 21 de octubre de 2010

L ´Albergo della Regina Isabella. Ischia






Web
Mis felicitaciones a L´Albergo della Regina Isabella por haber procedido esta temporada a realizar un lavado de cara a una web un tanto anticuada y descuidada. Como un hotel de lujo que es, L´Albergo, posee ahora una web cuidada al detalle, con una galería fotográfica de las mejores que conozco, un fácil desplazamiento por su menú, posibilidad de reservar subcontratada a "sinxis.com" y han eliminado la pegadiza pero un tanto zafia, musiquilla del pantallazo de inicio.
Pertenciente a la central de reservas internacional "Preferred Hotels of the World", también se puede proceder a reservar una habitación desde la página de la Central. Quizá, un punto flaco, lo tenemos en la poca cantidad de texto que posee, aunque las fotos hablan por sí solas.

Llegada a la isla y "check-in"
No es la primera vez -y Dios mediante, no será la última- que critico un hotel de la Costa de Nápoles (ya lo hice con Capri Palace Hotel and Spa). Soy un enamorado de ella y de sus dos islas principales, Capri y la que nos ocupa, Ischia.
Esta vez, mi acompañante y yo, junto a una pareja de amigos, pasamos cuatro días en L´Albergo. El viaje, aunque parezca lo contrario fue fulminante. Avión desde Barcelona, llegada a Capodichino (aeropuerto de Nápoles) en dos horas. Enseguida tomamos un taxi que nos desplazó a Molo Beberello donde cogimos, casi de inmediato, un batiscafo que, en una grata travesía nos dejó en el puerto de Ischia. Desde allí un taxi, por llamarlo de alguna manera, nos acercó hasta nuestro hotel en el centro del municipio de Lacco Ameno, al noroeste de la isla.





 Imagen del puerto de Ischia


Sí, es un taxi de Ischia; no una atracción de feria. Parecido al de Jack Lemmon en "Avanti!"


Entrada principal al hotel. El puente lo comunica con el Spa
                                                                                                                                                                    
La entrada al hotel es preciosa, poblada de una vegetación frondosa, se encuentra en un extremo de la coqueta plaza de Santa Restituta. El suelo, todo de baldosa de cerámica de Vietri, confiere el frescor y la clase de muchos establecimientos de la zona. La recepción -con mostrador en forma de ele junto al "Concierge"- nos espera. Muy amable y rápidamente nos dan la bienvenida y las llaves (como las de antes). Mientras un botones se encarga de subir el equipaje, nuestra entrada en la misma se produce con un "relaciones públicas" muy cortés que nos explica el funcionamiento  y los usos y costumbres principales del hotel así como el horario de sus principales servicios.
La habitación -estandar queen-, era bastante amplia, con vistas al jardín y un pequeño balcón con mesita y dos sillas. La tonalidad de las paredes era un azul pastel muy amable a la vista. El suelo, espectacular, todo de Vietri. Los muebles como la mesa del escritorio, cabezal y pie de la cama, de madera maciza. Una especie de buró nos hacía de mesita de apoyo muy efectiva.
El baño, suficientemente amplio y muy bien iluminado, bañera de fácil acceso, lavabo de mármol y toiletries de fabricación exclusiva para el hotel.

Restaurante Regina Isabella
Lacco Ameno es una localidad de Ischia con muchos restaurantes con terrazas de verano. Ciertamente, apetece salir del hotel a degustar pescado fresco, pasta o pizza; sobre todo cuando predomina el buen tiempo. No obstante, alguna noche cenamos en el restaurante Regina Isabella. No ha sido el mejor restaurante en el que he cenado. Con un "dress code" no muy severo pero regulado, te ofrecen un primer planto tipo bufé y un segundo y postre a elegir. No probé el restaurante Indaco, de muy reciente apertura, debido a que estaba temporalmente cerrado durante mi estancia.


                                                                                       Restaurante Regina Isabella con envidiables vistas


Spa Regina Isabella
Las aguas termales de Ischia son muy conocidas por su capacidad curativa y regeneradora desde tiempos ancestrales. Griegos y romanos ya utilizaban las aguas que brotan de las laderas del monte Epomeo a más de 80 grados centígrados. En las termas del Spa Regina Isabella se conserva ese origen curativo; asesorado en todo momento por un equipo bien nutrido de profesionales en la materia, médicos incluidos.
Posee innumerables salas de tratamientos muy bien decoradas y especialmente cuidadas. La piscina de talasoterapia no es muy grande pero suficiente para relajarse. Cuenta también con una piscina especial de "musicoterapia" -nunca lo había oído- y aromaterapia y cromoterapia (y porque no hay más "apias"). Sauna y baño turco, junto a una sala de fitness, completan la oferta del Spa.
Mis lectores más asiduos conocen la cierta aversión que tengo a los tratamientos de belleza y al sobeteo de los masajes corporales. Sólo probé un rato la piscina y me relajé en una tumbona. La sala estaba bien nutrida de toallas en todo momento.



 Entrada a las Termas



 Piscina del Spa


Piscinas y Mar
Aparte de las ya mencionadas, el Albergo della Regina Isabella, cuenta con  una gran piscina exterior de agua de mar y acceso directo a lo que muchos denominan "playa privada" que no es otra cosa que acceso al mar desde un muro con escalera. Comprendo a las personas a las que les encanta darse un chapuzón de ese tipo pero a mí me resulta francamente incómodo volver a subir -otra vez- por la empinada escalera de acceso a tierra firme. En verano, a lo largo del pequeño dique que rodea el hotel, ponen hamacas para tomar el sol. No olvidemos que L´Albergo es un resort en el centro de un municipio, todo un lujo para los que somos animales de ciudad.


 Vista del hotel y del puerto



                                         Maravillosa y delicada vista desde una habitación



  Detalle


Mención especial quiero hacer a "Bar Regina Isabella". Con un ambiente encomiable, un pianista virtuoso, un servicio de diez y unos cócteles muy bien combinados; guardo un muy grato recuerdo de las noches de Ischia, entre amigos.
L´Albergo continúa siendo uno de esos pocos lugares en Europa (y digo Europa porque en el resto no queda absolutamente ninguno), donde se guarda un "dress code" elegante sin ostentosidades de fanfarrón barato ni amaneramientos barrocos de heterosexual cursi. Las personas llevan puesto en cada momento lo que deben, con porte y elegancia. Es uno de los motivos por los que elijo hoteles como este.

Check-out
Muy buen servicio de recepción tiene este hotel. Un trato amable, afable pero sin compadreos de colega. La factura ya la tenían preparada -la de las dos habitaciones- y un taxi, esta vez como los de siempre nos trasladó a la localidad muy cercana de Casamicciola para alcanzar el ferry que nos trasladó al puerto de Pozzuoli donde, otro taxi nos esperaba para acercarnos a Capodichino. Todo nos lo organizó el "concierge" del hotel y todo fue según lo previsto.


El hotel alejándonos mar adentro

jueves, 14 de octubre de 2010

El obsceno. Manual del turista educado. 3ª entrega



Capítulos anteriores:



El capítulo que nos ocupa merece, cuanto menos, un estudio pormenorizado. Desgraciadamente, la figura del obsceno -por llamarla de alguna manera- es ya muy común en la mayoría de los hoteles con clase. No me quiero imaginar cómo será en los "resorts" de camisetas de tirantes o en los "todo incluido" de pulseras de colores y bandejas de acero inoxidable.

- Como detectar al turista o a la turista obscena.

Tenemos varias maneras de averiguarlo.

El obsceno - o el mirón hablando en castizo-  es esa persona que siempre está mirando a los demás menos a los acompañantes con los que se encuentra. Si mientras mira sonríe tenuemente, más que obsceno es "salido". Si lo hace en la piscina del hotel es un guarro. Si lleva bañador "tipo nadador", aléjese de él aunque no cumpla nada más que esta última cualidad. Esta prenda es la más antiestética que conozco después de la camiseta interior de tirantes.

El obsceno suele usar los espacios comunes del hotel con muy poca ropa. No entiende el significado de pudor. Regla de oro: El grado de obscenidad de una persona es directamente proporcional a la falta de ropa que lleva en ese momento.

La obscena -o guarra en román paladino- suele quitarse la parte superior del traje de baño incluso enfrente de la piscina para niños. Su falta de pudor es tal que hasta pasea por las zonas de piscina del hotel de esa guisa. Por cierto, siempre cerca de ella habrá un obsceno, o varios, mirando, con sonrisa tenue y bañador "tipo nadador". Y ello será así aunque la "modelo" esté desprovista -aparte de su sostén del traje de baño- de cualquier proporción estética de belleza.

Nos podemos encontrar con obscenos en muchos "lounges" de hotel. Son obscenos esa pareja que se pegan el "filetazo" casi encima del piano de la sala, mientras está repleta de gente y el pianista, inmutable continua tocando "Moon river". También lo son si se lo montan igual en las tumbonas de la piscina. En definitiva, son todos aquellos que practican el "semisexo" en cualquier lugar del hotel menos donde deben, es decir, en su cama.

Son obscenos esas personas que en el vestuario del Spa dejan en todo momento su "minga" al aire aunque en ese instante haya entrado una camarera a limpiar. Nota. Juro que me ha pasado (no lo de la "minga" sino la entrada intempestiva de la camarera al vestuario). Es tan incomprensible la actitud del señor con el "cimbel al viento" como la de la camarera que entra cuando hay clientes en el vestuario.

Son absolutamente guarros los que en los restaurantes o bares de la piscina comen sin camiseta, con el torso al descubierto. Muchos "resorts" de lujo no ponen impedimento a esta atrocidad y falta absoluta de higiene.

En definitiva y, por desgracia, hay que compartir muchas veces estancia en un hotel -aunque sea de lujo- con este tipo de personas. Ya que no podemos evitarlo, al menos que este capítulo sirva para localizarlos y, de alguna manera, poder evitarlos. Eso sí, siempre con la muy buena educación que nos caracteriza.

jueves, 7 de octubre de 2010

Cómo comer bien en Estocolmo y no morir en el intento



Como ya conocen mis lectores más asiduos, no soy un crítico gastronómico. Es más, intento no meterme en "camisa de once varas" por si luego no sé salir. Aún con todo, no puedo dejar de hablar de algunos restaurantes de Estocolmo.

Cuando visité la ciudad, iba lleno de prejuicios en lo que a comida se refiere. Estos nórdicos -entre el salmón ahumado y el arenque- no tienen ni idea de lo que es el buen comer. Se me cayeron todos (los prejuicios, lógicamente) y esta es la razón por la que he optado por realizar un post exclusivamente de los mejores restaurantes de Estocolmo.

Sin duda, el mejor con diferencia es Mathias Dahlgren, ubicado en la sede del Grand Hotel. A él me referí anteriormente en la crítica que realizamos al hotel. No puedo más que felicitar al que ya es, sin duda, el principal chef de Suecia.


Cuatro son los restaurantes que la empresa Pontus tiene abiertos en Estocolmo. Pero el "by the sea" es el más especial. Justo al borde del puerto, en una terraza inolvidable que te hace viajar con la mente a cualquier ribiera mediterranea, tanto en la estación soleada como en la sombría es el sitio de reunión de la gente educada de la capital sueca. (Detesto eso de la gente "chic"). Tanto para una cena informal o un cóctel en sus comodísimos sofás, Pontus by the sea, debe ser una referencia a la hora de elegir restaurante en Estocolmo. Y es que hasta se come muy bien. Marisco fresco, cocina que cuida muy bien la materia prima sin transformarla en adefésios semiculinarios. Me sorprendió el solomillo de buey, pura mantequilla. Postres muy bien cuidados y con algo más de variedad que el cansino chocolate.

Como nota común a cualquier restaurante de cualquier ciudad que no es la suya; permítame un consejo. Si usted está alojado en un buen hotel, pídale a su conserje que le reserve mesa en el restaurante que usted elija. Ejemplo. Si llama usted directamente con su nivel de inglés lamentable para reservar mesa, le van a dar una mesa más esquinada que la proa de un barco y unas vistas no mejores que el tercer sótano de un parking. Háganme caso, verán cómo cambia todo, utilizando el servicio de conserjería del hotel.


Cuidado con este restaurante. Si quieren vistas privilegiadas, no duden en acudir a este emblema de Estocolmo. Si, por el contrario, también quieren comer bien, será algo más complicado. Su cocina es afrancesada, pero no actual sino un tanto rancia -y perdón por la expresión-. Salsas excesivamente tradicionales, al igual que sus presentaciones con raciones muy muy excasas y aburridas. 
El asado de carne estaba realmente bueno, los mariscos son frescos pero poca variedad. No se le ocurra pedir eso que llaman "lucioperca" ó "pike-perch", un pescado incoloro, inodoro e insípido, acompañado de una salsa que sólo era amarilla.
Es caro.
Para que vean que no les engaño, les muestro unas fotos donde se entiende la atracción por visitar este restaurante.


  Allí arriba lo tenemos
























Maravillosa vista de Estocolmo




En "Östermalm Saluhall Market", el mercado principal y más bonito de la capital sueca, encontramos este lugar donde tú mismo puedes elegir la pieza de pescado que más te guste y, en unos minutos, la tienes cocinada y servida en tu mesa. En Lisa Elmqvist he probado el mejor salmón ahumado y marinado de mi vida. Las mesas están dispuestas desordenadamente, todas abigarradas pero ello le confiere un ambiente perfecto para disfrutar de un almuerzo informal con el mejor pescado y marisco que podamos imaginar. No se puede reservar por lo que, en horas punta, hay que guardar un poco de cola. Afortunadamente, no estaba hecha la cola cuando llegué por lo que pude deleitarme en este magnífico restaurante. Si hubiera habido algún tipo de espera en forma de cola, les aseguro que yo no habría estado en ella. Soy un fiel detractor de este tipo de esperas.
Cuidado con el precio. Además, en Suecia, el impuesto indirecto como el IVA español, es del 25% y no suele estar incluido en el precio que muestran las cartas. Por tanto, no se sorprenda cuando tenga que proceder al pago. Se me olvidaba. Un servicio muy amable y rápido, de los que se recuerda pasado el tiempo.
Es, sin duda, uno de los restaurantes más famosos de Estocolmo, justo en el mismo edificio de la Ópera, muy cerca del Grand Hotel. En el tiempo de mi visita, el cenador principal se encontraba cerrado por vacaciones por lo que me tuve que conformar con su reconocidísimo Smörgasbordbufé típico sueco elaborado con sus principales ingredientes.
Esta comida tiene su protocolo. Si es usted un auténtico monstruo devora-bufes, le aconsejo que no acuda a uno de este tipo. Se hacen cuatro viajes a la mesa central más uno para el postre. Se comienza por los arenques y ensaladas, luego pasamos a los patés y embutidos. Seguidamente al pescado y, por último a la carne guisada, albóndigas o salchichas, todo típico sueco. Por último, el postre.
Como no podría ser de otra manera, los platos son retirados por el personal de servicio. Sucede que si usted es un glotón sin remedio y, en vez de echar cuatro viajes, realiza cuarenta y cuatro, notará que los camareros dejan de retirarle el plato y tendrá que amontonarlos. Ello sucedió en la mesa de al lado donde dos ingleses de avanzada edad se estaban comiendo Suecia entera sin dejar ni las migas. Nunca he visto semejante voracidad, ni siquiera en un mal bufé de hotel barato de playa. Llegó un momento en el que los camareros no retiraban platos, sino columnas de platos y los ingleses, exhaustos de tanto caminar de la mesa al bufé y del bufé a la mesa, seguían "dale que te pego" como si no hubieran comido en su vida. Hay gente para todo.

No es muy caro. Al cambio, unos cincuenta euros sin vino por comensal. Carta de vino y bebidas prodigiosas pero a precios tan estratosféricos que sin probarlas te hacían arder el gaznate. Aún así, muy recomendable.


No quisiera acabar sin referirme a F12, Fredsgatan, 12. No pude acudir a este renombrado local por encontrarse también de vacaciones. Julio y agosto son dos meses que, no entiendo porqué, muchos restaurantes se encontraban cerrados. Eso es una mala señal, debido a que el turismo no deja de ser de tercer nivel en su mayoría. Acuden a una terraza de cualquier calle de Gamla Stam a que les "sableen" por una pizza congelada o una hamburguesa de carne indefinida y ni siquiera piensan en invertir en locales tan recomendables como los que acabo de nombrar. La próxima vez que visite Estocolmo, espero poder probar los dos restaurantes que se me quedaron en el tintero. El cenador principal de Mathias Dahlgren y el F12 de Danyel Couet.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Grand Hôtel. Stockholm. (Estocolmo).







Web
Perteneciente a la central internacional de reservas "The Leading Hotels of the World" y a la cadena hotelera Intercontinental, el Grand Hotel posee una web propia, separada de la genérica que ofrece su cadena anteriormente denominada. Muy sencilla a la hora de navegar por su menú, aporta información muy completa del hotel unido a unas fotos de gran calidad. A diferencia de la mayoría de los "Intercontinentales", posee su propia web de reservas a través de "ihotelier.com", para mí la mejor web de reservas de hoteles. En esta ocasión utilicé esta alternativa para reservar una habitación doble clásica sin vista al canal por cuatro noches. Tonto de mí, puesto que a mi llegada quise cambiar a una con vistas pero no disponían de ninguna. Por tanto, cuando visiten este hotel, intenten reservar una habitación "con vistas" y nunca mejor dicho porque pocas -les aseguro- poseen un paisaje tan privilegiado.



Espléndida fachada del hotel



Check-in
Desde el aeropuerto de Arlanda hay cuarenta minutos en taxi hasta el hotel, treinta sin tráfico. La entrada al edificio, una vez que el mozo -muy atento- te ayuda a salir del taxi y bajar el equipaje, es espectacular. Subiendo unos pocos peldaños una vez pasada la puerta giratoria, te encuentras la recepción. Aunque no es excesivamente personalizada, es muy efectiva y con un trato muy agradable y caballeroso. La habitación que nos dieron estaba en el sexto piso y el mismo botones nos acompañó a la misma con el equipaje.
La habitación constaba de un hall de entrada con dos armarios empotrados muy grandes y muy bien distribuidos de madera noble. A un ala quedaba el cuarto de baño y a otra el dormitorio. Este último, constaba de dos camas gemelas juntas que compartían el mismo cubrecama de matrimonio. Muy cómodas pero, como ya he hablado otras ocasiones, de estilo nórdico. Es decir, no utilizan mantas sino edredones. Una ventana no muy grande -gracias a Dios-, sin vistas con cortinas opacas. Y digo ello porque en el mes de julio la noche no existe en esta preciosa ciudad. La noche y las persianas. Por tanto, si no utilizas antifaz te ves condenado a la claridad durante tu descanso nocturno. Con todo, pude descansar pero el sueño no fue muy fructífero debido a la claridad que las cortinas opacas, por mucho que digan, dejan pasar entre sus resquicios.
En Estocolmo durante el invierno hace un frío que pela. Pero durante el verano arrecia un calor que ríete tú de Badajoz. Como he dicho, no tienen cultura de persianas porque durante la estación invernal casi no ven el sol y celebran la llegada del verano. Otro elemento que no saben utilizar es el aire acondicionado. Para que sirva de ejemplo, durante los cuatro días que duró mi estupenda estancia en Estocolmo, no quité ni un momento el aire acondicionado de mi habitación (a potencia y frío máximo). Esa potencia en España no da ni para enfriar un coche. Quizá pasan tanto frío en invierno que les gusta pasar calor en verano. Sólo hay que verlos en Benidorm como se ponen como tomates. En definitiva, pasé bastante calor.
Siguiendo con la explicación de la "room", el dormitorio también contenía una mesa de escritorio muy amplia con su silla, una butaca aparte, reloj de pared, televisión de plasma con poca oferta  de canales y un mini bar inteligente -léase mi artículo sobre los mini-bares inteligentes- que no entiendo porqué lo tienen así. La moqueta, que me persigue por cualquier hotel vaya a donde vaya, estaba muy bien cuidada pero seguía siendo eso, moqueta.
El baño todo de mármol, constaba de un lavabo muy grande con buena repisa, bien nutrido de toallas, albornoces y zapatillas, numerosas toiletries "Molton Brown" maravillosas, espejo de aumento, abrebotellas anclado a la pared, buen papel higiénico, ventana grande para ventilar el baño y, eso sí, una bañera asesina. Para acceder a ella tenías que estirarte cual Maia Plisetskaia salvando un desnivel "himaláyico". En cada ducha tenía que aupar a mi acompañante para que no se accidentara. Y para bajar, pues en volandas al suelo con cuidado de no romperte la crisma. No entenderé jamás estas "dificultades higiénicas" en muchos establecimientos hoteleros. Al menos disponía de mampara y no de esas miserables cortinillas que no soporto.
Respecto a la habitación, una cosa más. La puerta de entrada a la misma era excesivamente maciza y pesada por lo que si entras y sales frecuentemente, cuidado con las agujetas.


 "Lobby" de entrada del hotel. Toma captada desde el "Concierge".



 Habitación.




 Bañera con desnivel olímpico para su acceso




El Hotel
Situado en el mismo puerto de Estocolmo, su fachada asemeja a una gran embarcación, al igual que sus habitaciones a las de un barco. Imponente y majestuoso frente al Palacio Real en el centro de la ciudad, el Grand Hotel abrió sus puertas en 1874, construído por Regis Cadier en pleno auge de la arquitectura de la ciudad. Todos los premios Nóbel desde 1901 se han alojado aquí y las personalidades que han pernoctado en él se cuentan por millares.
Cuenta con 368 habitaciones desde su última remodelación por lo que no podemos catalogarlo de pequeño.
Durante mi estancia he percibido que intentan cuidar el lujo de los pequeños detalles. Como ejemplo, diariamente izaban las banderas de su fachada muy temprano, arriándolas al atardecer. Perfecto protocolo.


                                                              Toma diurna


                                                              Toma nocturna

                                      

El "Concierge"
A la izquierda de recepción han situado una mesa de escritorio con una silla de dirección y otras dos de confidente. No me gusta. Creo que un "Concierge" nunca debe estar sentado, ni él ni los clientes que le consultan. Parece más un despacho de abogados que una conserjería. Además, noté cierta falta de efectividad ya que para reservar mesa en algún restaurante tuve que repetir la petición en tres ocasiones diferentes. Sin duda, lo que menos me gustó del hotel.


El desayuno
De tipo "buffet" servido en el restaurante "Veranda", con vistas a través de los amplios cristales al  espléndido puerto de Strömkajen. Productos de primera calidad entre los que se encontraba el salmón ahumado, mucha variedad de quesos, arenques, "bacon" y salchichas. Muy buena repostería, buen pan y un café más que aceptable para ser Suecia. Como único punto flaco, el zumo de naranja que no sé catalogarlo. Se asemejaba al natural pero aseguro que no estaba recién exprimido. Hoy en día existen tratamientos de congelación del mismo muy parecidos a la naranja recién exprimida pero, siento decirlo, no sabe igual.
Otra posibilidad, aún más aconsejable para quienes el "buffet" no lo disfrutan, es el "a la carta breakfast" servido en el "Cadier Bar".


Mathias Dahlgren
Es el chef sueco más reconocido. Cuenta en el Grand Hotel con dos salas, "The Matsalen", el cenador principal y "The Matbaren", una especie de "bistro" con una estrella michelín. "The Matsalen", tiene dos y está en el puesto 25 de la lista de "S. Pellegrino". Me sucedió la desgracia de que no había mesa disponible en el cenador  en los días que duró mi estancia en Estocolmo y me contenté con el bistro al que le pongo un sobresaliente de nota. Aún así, fue otro punto débil del "Concierge". Una conserjería como la del Grand Hotel debería haber trabajado un poco más para conseguir mesa a un huésped de su hotel. En Estocolmo, si se sabe buscar, se come muy bien. Tan bien que en una próxima entrada del blog hablaré sobre algunos de los magníficos restaurantes de esta ciudad.
 
 "Matbaren". Nótese la perfecta decoración con lámparas Louis Poulsen



"Matsalen". Perfección hasta en el más mínimo detalle


The Veranda
Es el restaurante principal del hotel, totalmente eclipsado para la cena por Mathias Dahlgren. No obstante, como decía anteriormente en él se sirven los desayunos y el muy famoso "Smörgasbord", (literalmente significa mesa de pan con mantequilla) bufé típico sueco con platos tradicionales como los arenques ahumados, salmón, albóndigas, embutidos y ensaladas. Todo acompañado con las estupendas galletas de harina de centeno.

El blanco impoluto predomina en "Veranda". El puerto a la derecha. 
A través de la ventana se intuye el toldo de entrada al hotel.


The Cadier Bar
Lleva el apellido de la persona que construyó el hotel. En él, aparte del desayuno a la carta, se sirve el té de la tarde y por la noche, con acompañamiento de piano, puedes disfrutar de un buen cóctel. Con butacas muy cómodas y vistas al puerto, muy aconsejable para un descanso después de un día de ajetreado turismo.


 Vista de "The Cadier Bar". Al fondo el piano y a la izquierda la barra.



Spa. Raison d´Etre
Recién inaugurado y totalmente nuevo, el Spa de la firma "Raison d´Etre" entra sin dudarlo en el ranking de los mejores hoteles de ciudad con Spa. De tonos granito y ceniza con una iluminación perfecta y cuidando hasta el último detalle, este templo del bienestar aporta lo que le faltaba al Grand Hotel para convertirse, sin duda en uno de los mejores hoteles de Europa.
Cuenta, en primer lugar, con unos vestuarios de primerísimo nivel, taquillas eléctricas, sauna, piscina de frío, duchas de hidromasaje, cubetas de agua fría, toallas por todas partes y albornoces y zapatillas. La zona común está presidida por la piscina de agua templada en la que, incluso, se puede hacer algún "largo", aunque yo detesto a los que utilizan este tipo de piscinas de relax como si fueran olímpicas. En otra sala adyacente se encuentra la piscina de chorros y, al fondo, la sauna finlandesa de vapor a la temperatura adecuada, es decir, a esa en la que se puede sobrevivir dentro diez o quince minutos sin necesitar asistencia sanitaria por golpe de calor.
En todo momento, carritos portan agua, té y fruta ya pelada y lista para comer. Por último hay una sala de relax con música con auriculares y tumbonas muy cómodas. La entrada a la zona de aguas es gratuita para los huéspedes del hotel.
Los productos para los tratamientos, como no podían ser de otra manera, son cien por cien naturales basados en técnicas ancestrales.

                              Piscina del Spa Raison d´Etre. La piedra de granito del fondo es impresionante
                                                   


El "turn-down".
El recibido por el Grand Hotel es uno de los mejores servicios de "turndown" que he tenido en mi vida. Reponen absolutamente todas las toallas utilizadas, gel, champú, incluso las zapatillas las cambian cada día. Cuidan tanto el detalle que cambiaron el agua mineral con gas por unas botellas sin gas con una breve advertencia. Y nunca molestaron ni llegamos a la habitación mientras estaban arreglándola. Un diez para  la gobernanta y el servicio de camareras del Grand Hotel.


El "check-out".
Nuestro avión partía a la intempestiva seis de la mañana desde Arlanda. Fue muy rápido y no hubo ningún error en la factura. El botones ya nos esperaba con nuestro equipaje en el maletero del taxi. Por cierto, una nota de distinción estuvo en que no me hizo falta entregar otra vez la tarjeta de crédito para proceder al pago. Bastó cuando la mostré en la entrada.

Estocolmo, con su archipiélago es una de las capitales más bellas de Europa. Espero volver, y si lo hago, no dudaré en  hospedarme en el Grand Hotel.